A mediados del siglo XVIII, el mitrado accitano solicitó al concejo bastetano la cesión del antiguo Hospital de la Santísima Trinidad para albergar en su interior a la comunidad de religiosas dominicas, provenientes de Lanteira, y así facilitar que éstas abandonasen el oratorio de San Felipe Neri de la ciudad bastetana y sus legítimos dueños, los clérigos oratonianos, pudieran volver a casa puesto que éstas se habían instalado ahí por imposición episcopal del ordinaria anterior. Debemos de tener en cuenta que este hospital fue la sede primigenia que tuvo la Escuela de Cristo bastetana hasta que los oratonianos costearon la construcción de un modesto y discreto oratorio que se erigiría en su sede definitiva. Como muy bien nos explica el Dr. Díaz Gómez en su magnífica y celebérrima obra 'Baza y el oratorio de San Felipe Neri': «No ha sido posible concretar en qué momento finalizaron las obras del nuevo oratorio, aunque no debieron ser disfrutadas por sus propietarios durante demasiado tiempo».
Una de las grandes benefactoras de la Comunidad Tercera Dominica fue la hermandad del Santo Cristo de la Paciencia, puesto que le cedió su capilla, que tenía en dicha ermita, constituyendo ésta la mayor parte de lo que fue la iglesia monacal del beaterio de la Santísima Trinidad. Por su parte, el concejo bastetano donó a esta comunidad el sitio denominado de 'La Fontanica' para que a las monjas no les faltase abastecimiento de agua potable. En 1781, el obispo de Guadix, Fray Bernardo de Lorca, se convirtió en el gran mecenas que tuvieron las Madres Dominicas puesto que casi renovó el cenobio íntegramente.
A pesar de los convulsos años y los nefastos efectos producidos por la Guerra de la Independencia y las desamortizaciones decimonónicas, ‒siguiendo al profesor Rodríguez Domingo,‒ y hasta llegar a la década de los años 30 del siglo XX, con la II República y la Guerra Civil, según el profesor Tristán García, la comunidad dominica tercera bastetana pudo sobrevivir a los avatares históricos acaecidos durante este siglo y medio.
Durante la segunda mitad del pasado siglo, la comunidad vivió una nueva etapa dorada. Sin embargo, debido al mal estado de conservación en que se encontraba el Monasterio de la SantísimaTrinidad, sito en las dependencias del antiguo hospital homónimo, que, por estas fechas, amenazaba un inminente peligro de derrumbe, se hubo de ir pensando en cambiarse de casa y por tanto instalarse en una de nueva planta. Fue concretamente en 1972, estando compuesta la comunidad de Madres Dominicas por 32 monjas, cuando ésta hubo de afrontar la construcción una nueva casa, que albergara su monasterio, sita en la carretera de Ronda de Baza. Ésta es la casa actual que habitan las Madres Dominicas desde hace ya medio siglo y cuya obra pudo ser acometida gracias al dinero obtenido por la venta del antiguo edificio más la extraordinaria generosidad y diligencia de la empresa constructora, que siempre redondeó a favor de las monjas reduciendo al máximo posible su margen de beneficio; y a los beneficios económicos generados por la Guardería y por la Escuela Hogar que, en concertación con la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, crearon en una parte de sus dependencias monacales destinadas a tal fin.
A propósito de la guardería, que tuvieron las Madres Dominicas en las dependencias de su antiguo y actual monasterio de la Santísima Trinidad, uno de los párvulos que estuvo en la misma a comienzos de la década de los años 60 del siglo pasado fue Manuel Gavilán, quien fuera alcalde de Baza. De hecho, siempre nos ha contado que él aprendió a leer y escribir gracias a las Madres Dominicas. Fruto de esa influencia dominicana fue que éste recibiera su Primera Comunión vestido con el hábito de la Orden de Predicadores que su madre le cosiera al ser ésta una muy buena costurera conocida y reconocida en Baza.
A lo largo de los casi tres siglos de historia de este monasterio sus muros han dado grandes nombres propios, entre los que cabe destacar el de la venerable Madre Sor Felisa de la Encarnación. Además de reposar, para siempre, en una capilla lateral de su iglesia monacal, los restos de la beata oscense Sor Ascensión de San José, quien abrazó la palma del martirio, en la ciudad de Huéscar, a primera hora del 17 de febrero de 1937.
En mayo de 2019, debido a la escasez de vocaciones, la Tercera Orden de Predicadores se vio obligada a clausurar el Monasterio de la Madre de Dios en Huéscar siendo trasladadas sus tres monjas a la casa bastetana al igual que pasó con tres del total que moraban en el Convento de Nuestra Señora del Rosario del Arahal cuando cerró, siendo también acogidas éstas en el cenobio bastetano. En la actualidad, la comunidad de Madres Dominicas está compuesta por trece religiosas, diez monjas de profesión solemne y tres novicias que están en etapa formativa. Sus orígenes son muy variados entre españolas de Gorafe, Huéscar, Huércal Overa y Arahal; y africanas. Hace poco tiempo, la comunidad ha celebrado cpítulo donde ha sido elegida Madre Priora, Sor Evalina Kathina, natural de Kenia y llegada a Baza desde Arahal. Sor Evalina ha sido una magnífica maestra de novicias. Queremos aprovechar estas líneas para felicitarla públicamente, mandarle nuestros mejores deseos y tenerla en cuenta en nuestras oraciones a la Santísima Virgen del Rosario.
También dejaremos apuntada la estrecha relación que la comunidad de Madres Dominicas mantiene con la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Victoria en su Pena y Dolor puesto que, una vez al año, sus sagrados titulares son trasladados al monasterio para que, durante un par de semanas aproximadamente, nuestras amadas Madres Dominicas puedan tenerlos, sentirlos y rezarles más de cerca.
Atentas también a las esencia de la Regla Benedictina, aunque no sea la suya, las Madres Dominicas de Baza oran y laboran. No obstante, ¿a qué se dedican estas monjas de clausura? Pues a las labores propias conventuales como son la elaboración de los exquisitos dulces tanto navideños como otoñales –lo confesamos, las mejores magdalenas que hemos catado nunca son las que elaboran ellas–‒ y a las labores de costura realizando remates en las prendas que confecciona una conocida empresa del ramo situada entre Baza y Caniles.
Queremos mostrar nuestro más profundo, cariñoso y sincero agradecimiento a la comunidad del Monasterio de la Santísima Trinidad de Baza a la que le falta poco para cumplir sus tres siglos de presencia constante e ininterrumpida en la capital comarcal bastetana. Como muy bien nos han manifestado ellas mismas, dicho agradecimiento es recíproco y mutuo puesto que las Madres Dominicas quieren mostrar, a través de estas líneas, su más profundo y sincero agradecimiento a la ciudad de Baza.
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