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JOSÉ UTRERA
Lunes, 22 de julio 2013, 06:59
El cabeza de esta familia, Guillermo Molina Abril que ahora tiene 50 años, trabajaba en una fábrica de rectificado de motores en Quito, allí los hijos asistían a un colegio religioso, donde la educación es más amplia que la que se ofrece en España, pero un día, el cabeza de familia se quedó sin trabajo, pero no se rindió. Compró una camioneta para hacer portes, vio que no les llegaba el dinero y comenzaron a hacer planes para salir de su país. Un día conocieron a un sacerdote español que resultó ser el canilero Manuel Caler y cuando de la noche a la mañana, Guillermo decidió buscar suerte en España, el entonces cura párroco de Santiago de Baza le ayudó, lo acogió en su casa y le buscó un trabajo. Guillermo envió el primer sueldo a su mujer Sara Vélez, que pagó todas las deudas y le sobró para comprar ropa a sus hijos. Vinieron tiempos mejores. El cabeza de familia logró un trabajo más estable, pudo traerse a sus hijos, Diego, Jonathan y Bayron, el pequeño Alejandro de siete años nació en Baza.Durante unos años, Guillermo y familia fueron progresando, se integraron en la sociedad bastetana, constituyeron la Asociación Baza Andino que aún sigue presidiendo Guillermo y que está necesitada de un mayor apoyo municipal, sobre todo, de una sede estable. Guillermo y Sara, como otros muchos ecuatorianos, estaban ganando dinero y dieron un paso del que ahora se arrepienten, más por el engaño del que fueron objeto, que por la decisión que tomaron, cuando compraron un piso que les costó mucho más de lo que valía entonces y menos aún, hoy en día. Ahora como otros muchos inmigrantes y también muchos bastetanos, la familia de Guillermo está pasando estrecheces, pero no pierden la esperanza y no quieren arrojar la toalla y regresar a su país. Durante este tiempo han logrado la nacionalidad española, que les posibilita moverse sin dificultad por la Unión Europea y si la crisis perdura puede ser una salida laboral para el propio Guillermo y sobre todo para sus hijos. Guillermo Molina y Sara Vélez, reconocen que permanecen en España, por sus hijos, que afortunadamente son buenos estudiantes y con las notas que sacan, están pudiendo estudiar en la Universidad de Granada, gracias a las becas que consiguen y no se van a ver afectados por los recortes en las becas. Posiblemente por la base que traían y la disciplina, ligada al esfuerzo de la educación que se imparte en Ecuador. «En nuestro país se exigen muchas más materias y sobre todo las asignaturas básicas son muy importantes. A mi hijo le realizaron una prueba y lo bajaron de curso, por no saber responder a unas preguntas ligadas a Andalucía y a las comunidades autónomas, sin embargo de matemáticas e inglés, por poner un ejemplo, no le preguntaron». A la vez que busca un nuevo empleo, Guillermo Molina Abril, se muestra muy activo. Hace poco viajó a Inglaterra a buscar trabajo y ahora se está preparando para lograr el carné de conducir camiones de gran tonelaje. Estos ?ecuatoespañoles?, tampoco dejan de lado su trabajo asociativo y pese a que la colonia de compatriotas en Baza está disminuyendo, no dejan de buscar un lugar para ensayar los bailes y danzas típicas de su país de la que Sara es una entusiasta, en un intento de recordar y trasladar al lugar en el que ahora viven, las tradiciones ecuatorianas. A veces son invitados a otras localidades, pero cada vez tienen más dificultades para ensayar, sobre todo porque los marean de un lado a otro y el Ayuntamiento de Baza, al que están muy agradecidos, no acaba de ofertarle un local.
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