La orden de predicadores en Baza: del convento de Santa Bárbara a la casa dengra
Juan Antonio Díaz Sánchez
Jueves, 27 de noviembre 2025, 00:32
La Orden de Predicadores –frailes dominicos– hizo su primera aparición en la ciudad de Baza a mediados del siglo XVI. Dicha instalación fue posible gracias ... al mecenazgo ejercido por el matrimonio compuesto por el Ldo. Don Francisco Páez Espinosa y Doña Catalina de Luján y Guzmán. Gracias a su más que generosa donación, consistente ésta en una huerta de media docena de fanegas, sita las misma en el pago de la Tamasca. También se les donó una hilera de nueve casas ubicadas en el mismo lugar y de esa forma el Padre Provincial dominico en Andalucía, fray Bernardino Vázquez, quien accedió a que la Orden se instalara en la ciudad de la Dama y para tal menester comisionó a su vicario general fray Félix Ponce de León, personándose éste en Baza el 29 de abril de 1553 para ejecutar tal encomienda.
En el interior de su manuscrito, apunta fray Juan Barroso (O.M.) –muy acertadamente y haciendo gala de su extraordinaria intuición para la investigación histórica– que, aun cuando por falta de documentación no logró hallar la fecha exacta de fundación, pudo apuntar la época aproximada de erección del mismo: «Los conventos de Santo Domingo bajo del título de Santa Bárbara y el de Comendadores del San Espíritus, no dan noticia del año cierto de su fundación, pero parece fue anterior a el año 1609, en que se fundó el de religiosos descalzos de San Francisco en la Ermita que llamaban de San Antón, porque sólo al menos el de Santo Domingo consta, que asistió a la colocación del Stmo. en el referido convento de descalzos que se fundó el citado año de 1609».
El convento se puso bajo la advocación de Santa Bárbara, patrona de la ciudad, debido a la devoción que le tenían los señores mecenas y teniendo en cuenta que: «En que, siendo la dicha ciudad de Baza de moros, enemigos de nuestra santa fe católica, se ganó en su día por los Reyes Católicos de gloriosa memoria cuya festividad se celebra en dicha ciudad con mucha solemnidad y devoción». (A.H.P.D.A., Caja 11, doc. 6), según nos indica fray Antonio Bueno Espinar (O.P.) en su trabajo publicado al respecto. Como buenos patronos, y a imitación de lo que hicieron previamente Don Enrique Enríquez y Doña María de Luna, tuvieron reservado el derecho de enterramiento en la capilla mayor tanto para sí mismos como para su prole, es decir, convirtieron la misma en su particular panteón familiar.
También debemos de tener en cuenta que el antiguo matadero de la ciudad fue comprado por los frailes con la colaboración económica de doña Catalina de Luján, en 1565, y, sobre éste, se edificó una buena parte del cenobio. Unos cuantos años más tarde, concretamente en 1579, la institución cenobial logró conseguir la cesión de una «blanca» de agua, que es una parte líquida del caudal público, para su consumo. Naturalmente, esa agua debía almacenarse y para ello construyeron una especie de aljibe, que era un arca de derivación del Caz Mayor, al lado de la torre de las Cinco Esquinas en los arranques de la calle Zapatería.
Un lustro duró la construcción de la iglesia conventual, cuya inauguración tuvo lugar el primero de febrero de 1613, en palabras de Magaña Visbal podemos ver cómo fue la primera misa que se dijo en la misma: «…ya estaba concluida, gracias al esmero y actividad del Prior, fray Pedro Mesía; el día primero de febrero de dicho año fue solemnemente colocado en ella el Santísimo, celebrándose con tal motivo unos muy lucidos regocijos públicos, en que los caballeros de la ciudad hicieron gala de su destreza en diversos juegos que tuvieron lugar en la plaza del convento, lujosamente aderezada a costa del ayuntamiento; el 8 del mismo mes se celebró otra gran fiesta con motivo de la colocación de una reliquia del cuerpo de Santa Bárbara, que, autorizada con bulas e instrumentos auténticos, había conseguido el citado prior, hubo solemne procesión a que, como excepción, asistió la corporación municipal en pleno, por tratarse de una reliquia de la Santa a quien esta ciudad tiene por Patrona». No nos deja de llamar poderosamente la atención que, junto a la ubicación de este convento, se encontraba el lupanar de la ciudad que fue trasladada a otro lugar de la zona periurbana.
En lo referente a las notas de arte –siguiendo al erudito profesor Castillo Fernández–, que debemos apuntar en torno a este espacio, podemos decir que «la fachada es sencilla, dividida en dos pisos por friso de triglifos y metopas con florones y una cornisa. El piso inferior de la portada tiene un arco de medio punto con arquivoltas decoradas y ménsula en su clave, y se enmarca entre dos columnas adosadas de orden dórico sobre pedestales. En el piso superior de la portada nos encontramos con dos hornacinas, rematadas en arcos de medio punto, en forma de venera, una para Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, y la otra para Santa Bárbara, titular de la advocación del convento y patrona de la ciudad. A los dos laterales de la cornisa nos encontramos con dos pináculos rematados en esferas. La espadaña es un postizo de posterior y reciente construcción».
El templo se dividía en tres naves, hablamos en pasado porque sólo queda una, eso sí, completamente restaurada, cuya función es de espacio expositivo. La capilla mayor poseía un hermoso retablo barroco obra de Cecilio López, abuelo materno de José de Mora, y Bernardo de Mora, padre del más ilustre bastetano y yerno a su vez de Cecilio López. Otras capillas que albergaba esta iglesia conventual fueron el lugar donde estaban situadas las imágenes de «Jesús Nazareno, Cristo de Cabrilla, Virgen de la Aurora, Santo Domingo, Cristo de la Paciencia y la Magdalena». No obstante, si debemos de destacar alguna es, sin lugar a dudas, la capilla de la Virgen del Rosario, una de las devociones dominicas por excelencia, cuya imagen era sacada en procesión, fundamentalmente, para hacer rogativas por múltiples causas.
Debemos de destacar el impresionante claustro barroco, totalmente recuperado en la actualidad, que data de finales del s. XVII y comienzos del s. XVIII . En medio del claustro se encuentra enclavada una fuente conformando un paralelepípedo, que viene a suplir a la original, sita ésta en la Plaza de Santa Domingo.
A mediados de la centuria ilustrada, concretamente en 1752, según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, el convento contaba ya con «doze religiosos entre sazerdotes y legos». No obstante, el convento de Santa Bárbara no era precisamente el cenobio masculino con mayor número de frailes de cuantos había establecidos en Baza puesto que el más poblado fue el de los mercedarios seguido por el de los jerónimos y el de los franciscanos. Durante la invasión francesa este convento fue profundamente saqueado y expoliado
Para ir concluyendo estas pinceladas históricas haremos nuestras las palabras del profesor Castillo Fernández: «El convento, desamortizado y enajenado por Mendizábal en 1835, fue adquirido en 1884 por don Luciano Dengra, cuyos herederos construyeron, en los años 30 del s. XX, el famoso Teatro Dengra, en los terrenos que conformaban el huerto conventual». Dicho teatro ha permanecido en manos privadas hasta finales del s. XX, concretamente hasta 1998, año en que fue adquirido por el ayuntamiento de la ciudad y su titularidad pasó a ser pública. Sin embargo, debido a su mal estado de conservación y a que ya contaba con setenta años, en los albores del nuevo milenio hubo de cerrar sus puertas, iniciándose así la gestación de una idea de recuperación que, posteriormente, dio lugar a un gran proyecto de restauración bajo la dirección del célebre arquitecto bastetano Antonio J. Trujillo Miranda y, finalmente, a su reinauguración o puesta de largo del sábado, día 11 de mayo de 2019. Algo más de quince años han sido los que sus puertas han permanecido cerradas.
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