Un estudio permite conocer cómo se alimentaban los primeros europeos
El artículo científico se ha publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports
JOSÉ UTRERA
BAZA
Martes, 29 de octubre 2019, 00:54
El análisis de las evidencias de actividad humana sobre los restos óseos conservados en los yacimientos de Barranco León y Fuente Nueva-3, datados en 1,4 millones de años, ha ayudado a conocer mejor la alimentación de nuestros primeros antepasados que habitaron en el margen occidental de Europa.
El estudio de la superficie cortical de los huesos fósiles de grandes mamíferos ha puesto de manifiesto la presencia de abundantes marcas de corte y de fractura realizadas con herramientas de piedra, producidas durante el consumo de los cadáveres de animales por grupos humanos primitivos.
Un equipo de científicos pertenecientes a la Universidad de Málaga (UMA), al Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) de Tarragona y al Museo de Historia Natural de Los Ángeles (California, EEUU), liderado por la Profesora de la UMA María Patrocinio Espigares, ha identificado y cuantificado las modificaciones de origen humano conservadas en los restos fósiles de grandes mamíferos de los yacimientos de Barranco León y Fuente Nueva-3, en Orce, datados en 1,4 millones de años. Estas localidades arqueopaleontológicas conservan las evidencias de presencia humana más antiguas conocidas por el momento en Europa occidental, incluido un diente humano de leche.
Importancia del estudio
Durante este trabajo se han analizado unos 15.000 huesos fósiles. Esto ha permitido registrar 227 restos con modificaciones producidas por nuestros antepasados, consistentes en diferentes tipos de marcas de corte (incisiones, aserrados, raspados y tajos), originadas durante el despellejamiento, desarticulación, descarnación y evisceración de los cadáveres, así como marcas de fractura (muescas, extracciones de lascas de hueso, puntos de impacto y roturas espirales), producidas durante la fracturación de los huesos para acceder al tuétano de su interior. Estas marcas se efectuaron con piedras de sílex y caliza, bien representadas en ambos yacimientos. Además, pero ya en menor proporción, algunos restos presentan también marcas ocasionadas por la dentición de grandes carnívoros, como hienas, y de roedores, incluyendo puercoespines.
Es igualmente interesante el consumo de tortugas, lo que sugiere que estas poblaciones podrían completar su dieta con pequeños mamíferos, anfibios y reptiles, huevos de aves y caracoles, bien representados en los yacimientos, así como una variedad de recursos de origen vegetal cuyos restos no se han conservado. Los resultados del estudio ponen de manifiesto la importancia de la cuenca de Baza, donde trabaja este equipo de investigadores desde hace más de tres décadas, en los estudios sobre el Plio-Pleistoceno, con registros que comprenden desde hace cinco millones de años hasta hace tan solo 200.000 años.
El estudio se ha publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports (www.nature.com/articles/s41598-019-51957-5), perteneciente al grupo editorial Nature, como parte de un volumen especial dedicado a la Tafonomía del Cuaternario, editado por la investigadora Ruth Blasco. Otros autores del trabajo son Paul Palmqvist, Antonio Guerra Merchán, Sergio Ros Montoya, José Manuel García Aguilar y Guillermo Rodríguez Gómez (Universidad de Málaga), así como Francisco José Serrano Alarcón (Museo de Historia Natural de Los Ángeles) y Bienvenido Martínez Navarro (IPHES-ICREA).
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