Un artículo publicado en la sección de Paleontología de la prestigiosa revista suiza «Frontiers in Ecology and Evolution» evidencia que la población de homínidos era bastante escasa para posibilitar sus supervivencia y sus asentamientos efímeros. Se calcula que había 12 individuos por cada 100 kilómetros ... cuadrados.
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Los dos yacimientos de Orce, Barranco León y Fuente Nueva 3, conservan las evidencias más antiguas de presencia humana en el margen occidental de Eurasia. Están datados en torno a 1,4 millones de años. Junto a ellos, el primer asentamiento humano del norte peninsular se encuentra en la Sima del Elefante de Atapuerca, datado aproximadamente en 1,2 millones de años.
En estos emplazamientos, los fósiles humanos son muy escasos (un diente de leche en el caso de Barranco León y un fragmento de mandíbula en el de Sima del Elefante), pero en todos ellos se constata una actividad antrópica muy importante a partir de industria lítica, piedras talladas normalmente en sílex y en caliza, usadas como cuchillas para cortar carne y tendones, y las marcas dejadas con ellas en la superficie de los huesos de los grandes mamíferos, de cuyos cadáveres se alimentaban como carroñeros oportunistas.
En las últimas décadas, las investigaciones se han centrado en esclarecer las estrategias de subsistencia de nuestros antepasados en estos asentamientos tempranos. Ahora bien, un aspecto no investigado hasta ahora es el de la naturaleza de las poblaciones de homininos y su carácter más o menos permanente o temporal. Una pista al respecto la ofrecía el hecho de que el registro arqueológico en estas cronologías tan antiguas es de naturaleza discontinua, lo que parecía apuntar al carácter esporádico y efímero de los asentamientos.
En esta investigación se ha analizado la superficie habitable por los homininos en la cuenca de Guadix-Baza, deducida a partir de la extensa cartografía geológica elaborada durante los últimos años. Esto ha permitido caracterizar con suficiente precisión una extensión aproximada de 2.900 km2 de zonas potencialmente emergidas, donde habitarían los homininos, y una superficie inundada de forma relativamente permanente por el lago de Baza y las zonas pantanosas aledañas al mismo de unos 1.100 km2.
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Junto a estos datos, se han utilizado las estimaciones de densidad de las poblaciones humanas en la cuenca, obtenidas en trabajos previos en base a la disponibilidad de recursos cárnicos en los ecosistemas de la época y, a partir de ella, la densidad de población que podrían alcanzar los homininos conforme a dos potenciales escenarios, actuando como carroñeros, con unos resultados de 12 individuos cada 100 km2 o, más improbable, cazando ellos mismos las presas, lo que daría una densidad de 9,5 individuos cada 100 km2. En función de ambas estimaciones, superficie habitable y densidad de población, se pudo finalmente calcular cuál sería el tamaño de la población humana en la cuenca de Guadix-Baza durante el Pleistoceno inferior, entre 280 y 350 individuos.
El número estimado resultó muy bajo de cara a mantener en el tiempo una población saludable, pues la cuenca se encuentra bastante aislada de las áreas próximas, al estar rodeada por las montañas de la Cordillera Bética, lo que dificultaría el contacto con otras poblaciones de homininos. Concretamente, el tamaño mínimo viable para una población de mamíferos, incluidos los primates, se sitúa en algo menos de 4.000 individuos. De lo contrario, como en el caso que nos ocupa, el futuro de la población se ve comprometido a medio y largo plazo, debido a la consanguinidad. Esto se traduce en una pérdida de variabilidad genética en la población, lo que finalmente la termina conduciendo a la extinción.
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El yacimiento de Venta Micena, algo más antiguo, datado en 1,6 millones de años, ofrece pistas interesantes al respecto. Concretamente, se trata de la población de lobos pintados, de la especie Lycaon lycaonoides. En 1995 se encontró el cráneo y la mandíbula en conexión anatómica de un individuo de esta especie. El fósil muestra una marcada asimetría bilateral, así como la falta de una serie de dientes, entre ellos el canino superior izquierdo, cuyos gérmenes no llegaron a formarse en vida del animal.
Ambos fenómenos se asocian a la endogamia, lo que pone de manifiesto que la población de este cánido hipercarnívoro, cuya densidad poblacional se calculó en 13 individuos cada 100 km2, se encontraba expuesta a las mismas condiciones que los homininos de la cuenca. En el caso del perro, además, se daría el hecho de que en su población, formada por unos 380 individuos, la fracción reproductiva representaría un porcentaje bastante inferior, pues en los licaones africanos modernos solo se reproducen el macho y la hembra dominantes de cada jauría.
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Estos resultados sugieren que la naturaleza esporádica y discontinua del registro arqueológico en la cuenca de Guadix-Baza, la cual se encuentra literalmente plagada de yacimientos paleontológicos del Pleistoceno inferior, no se debe a que dichos yacimientos no se hayan descubierto hasta ahora, sino a que los asentamientos de poblaciones humanas durante estas cronologías tan antiguas eran de naturaleza bastante efímera.
El estudio ha sido realizado por diversos investigadores de las áreas de Paleontología y Estratigrafía de la Universidad de Málaga, colaborando en él también investigadores de la Universidad Complutense (Madrid), del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Burgos) y del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (Tarragona). El artículo publicado cuenta con las referencias de Palmqvist, P., Rodríguez-Gómez, G., Bermúdez de Castro, J.M., García-Aguilar, J.M., Espigares, M.P., Figueirido, B., Ros-Montoya, S., Granados, A., Serrano, F.J., Martínez-Navarro, B. & Guerra-Merchán, A.
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