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José Ramón Villalba
Domingo, 23 de abril 2017, 09:34
Eva es una heroína de 39 años, cargada de valor y coraje, incapaz de rendirse ante las adversidades. Por todo ello, ha sacado fuerzas de no sé donde para decirle a todas las mujeres destrozadas por la violencia de género que no «aguanten» ni esperen a «verse hundidas» para presentar una denuncia contra su maltratador.
Sentada en una butaca en la habitación del hospital del PTS donde se recupera de una intervención quirúrgica y rodeada de familiares y amigos, accede a hablar de lo ocurrido.
¿Era la primera vez que la agredía?
Nunca había sido como esta última vez. Cuando bebía se ponía muy agresivo. Nunca lo dejaba venir a mi casa, pero el miércoles se presentó allí. Y cuando le dije que estaba llamando a la policía, empezó todo. Comenzó a golpearme hasta que me dejó allí tirada en el patio. Él creyó que me había matado, porque así se lo dijo a un amigo suyo.
Sé que se debe sentir destrozada, pero ¿qué piensa ahora 72 horas después de este dramático suceso?
Yo me separé de él cuando mi hijo tenía meses, después quise darle una oportunidad para ver si realmente había cambiado y me separé en septiembre. Me equivoqué al darle una segunda oportunidad y ahora tengo miedo porque sé que cuando salga de prisión va a ir a buscarme. La justicia debe ser mucho más dura con estos delitos y proteger más a las víctimas.
Eva tiene la órbita del ojo izquierdo destrozada. Le han reconstruido el pómulo, también le han puesto una malla metálica en el interior de la cara y el resto del cuerpo lo tiene lleno de magulladuras por todos lados. «Hoy me he podido levantar de la cama y sentarme en la silla. Desde el miércoles estaba sin poder moverme».
Por la ventana de la habitación se cuela un chorro de luz bastante grande, esta mujer insiste en devolver a la sociedad bastetana y granadina las generosas muestras de solidaridad vertidas en estos días. «Muchas gracias porque se han portado muy bien conmigo. Las mujeres que están pasando por un calvario así, no se lo merecen. Que lo cuenten a su familia como yo hice, pero ninguna, ninguna mujer debe pasar por estos calvarios».
¿Ha pensado que este maltratador la hubiera podido matar la noche del miércoles?
Sí. Él creyó que me había matado. Yo también pensé que me hubiera podido matar. Me dejó muy mal, pero estoy viva. Dos vecinas mías fueron quienes me ayudaron y llamaron a la policía para que viniera. Esto no es justo, no es justo. Por qué, por qué no van contra ellos y nos protegen a nosotras. Todo esto se puede evitar si estuviéramos más protegidas. Yo temo que me pueda hacer algo a mí, a mi hijo o a mi familia.
Qué le dice a esas mujeres que sufren este calvario en silencio.
Que no agachen las orejas, que no se pongan de rodillas, que alcen la voz y no se callen. Pero a la sociedad, a la justicia también les pido que sean más duros con los maltratadores y protejan más a las mujeres maltratadas.
Eva acaba la conversación soltando unas lágrimas que acaban por derrumbar la entereza mostrada en la conversación. Está rota, pero es una heroína, una madre de un niño de cuatro años, trabajadora y víctima de esta lacra. En la habitación sigue entrando luz por la ventana.
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